Tratando con personas difíciles

 

Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros  considere al otro como más importante que sí mismo.

Filipenses 2:3

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Como seres humanos hemos sido creados para relacionarnos, Dios no nos creó para vivir en el fondo de una cueva solitarios, eso nos llevaría a la locura si fuese por un largo periodo de tiempo y terminaríamos seguramente hablando con los objetos, como en la película «Náufrago». El poder relacionarnos unos a otros es esencial y nos ayuda en nuestro caminar por la vida no solamente como cristianos, pues siempre nos vamos a necesitar unos a otros. Volvamos al título, quizás al leerlo pensaste en alguien particularmente con nombre y apellido y trataste de encontrar algo para justificar tus pensamientos o actitudes hacia esa persona. 

Déjame darte un ejemplo, qué pasaría si te digo piensa en una persona «difícil» y dame las cualidades de esa persona, seguramente no llegas a diez, pero sí de sus errores se trata la lista puede ser larga, ¿a qué se debe? A que nos es mucho más fácil ver los errores del otro que los propios, nos enfocamos en sus actitudes para justificar las nuestras, completamente opuesto a los que nos enseña Dios en su Palabra, o acaso ¿no hemos leído Filipenses 2? Donde se nos llama a ver a los demás como superiores, como mejores que a nosotros mismos; por supuesto que sí, lo conocemos muy bien pero a la hora de actuar simplemente lo olvidamos.

Bueno, vamos a verlo juntas, y permítanme darles una mala noticia, esto es por el pecado de nuestros corazones, como dice la Palabra de Dios somos inclinados al mal, desde la caída en el huerto del Edén, podemos ver que es mucho más fácil acusar a otro por las fallas, que ver nuestro propio pecado; desde ahí empieza el círculo de la culpa y me refiero a esto como un círculo, ya que no tiene fin. 

Cómo en un espejo

Te has puesto a pensar en algún momento, ¿y si fuera lo contrario? ¿y si esa persona difícil soy yo? ¿Qué clase de trato quisieras que tuvieran contigo? ¿Es que somos conscientes de esos pecados molestos, esas debilidades que pueden lastimar a otros? “La biblia nos dice que hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada.” Proverbios 12:18 

Hace un tiempo atrás, por misericordia de Dios (forjando la imagen de Cristo en mí), fui confrontada a una debilidad de la cual no era muy consciente, aunque ya se me había hablado de ello -hay cosas que solo Dios puede revelarnos, o abrirnos los ojos, ese es su trato personal, como nuestro buen Padre- solo hasta ese entonces pude darme cuenta que esa debilidad me llevó a lastimar a otras personas a mi alrededor y por consiguiente pagar las consecuencias de ese pecado, de ellas no podemos escapar.

Al darme cuenta de lo que había hecho, sentí gran verguenza, dolor por el daño causado, tristeza, soledad, y por si fuera poco, en lugar de correr a los brazos de mi Señor que está dispuesto a perdonar cuando fallamos, me encerré en mi misma (otra debilidad), me costó mucho levantarme , aunque no dejé completamente de buscar a Dios, ya no era lo mismo, llegué a pensar que no era merecedora de su Amor y es verdad ¡no lo soy! Que era imperdonable el daño causado, deje de escribir, ya que el enemigo aprovechó la oportunidad para sembrar en mi mente de que nada tengo para glorificar a Dios, que era un fracaso y ya no había remedio, ni perdón; lo que no sabía el enemigo de mi alma, es que Dios todo lo usa para bien, aun aquellas circunstancias en las que fallamos, en las que nos damos cuenta que todo es por y para Cristo, que no hay nada bueno en nosotros, que aun lo bueno que hacemos es por su Gracia. 

Cuan grande es el amor del Señor que no nos deja con nuestra iniquidades, nos lleva a la cruz y a lo que costó el precio de nuestras culpas, nos da perdón, el mismo que deberíamos dar a los que nos ofenden, los que son difíciles. Consideremos lo que nos enseña la biblia (filipenses 2:3): nada hagáis por egoísmo o vanagloria, antes bien, nos invita a ser humildes, a considerar a los demás más importantes que nosotros mismos.

Desglosemos un poco este pasaje para meditar y poder aplicarlo: nada hagamos por egoísmo, o sea para nuestro interés propio, por muy chocante que esto pueda parecer somos egoístas por naturaleza y muchas veces ya caminando con el Señor nos cuesta la abnegación, perdonar las ofensas, el borrón y cuenta nueva es más difícil que la indiferencia, la falta de perdón; siempre digo un pecado lleva a otro pecado, porque el no ser compasivo, el no perdonar ¿acaso no es pecado también? ¿qué nos quiere enseñar el Señor? Simplemente a ver a los demás como Él los ve, con misericordia, compasión, amor,  empatía, Dios nos llama a ayudar nuestros hermanos, no a hundirlos; ¿podrá más nuestro dolor o mejor dicho nuestro orgullo golpeado que hacer lo que realmente es correcto?

Dejame darte una buena noticia: si has actuado así -creo que en algún momento todos lo hemos hecho- primero pide perdón a Dios, Él está dispuesto a perdonar, esto es algo que siempre recuerdo a mi corazón; la biblia nos llama a considerar a los demás, nos dice que hierro con hierro se afila y ese es el medio que Dios va usar para fomentar la unidad en su cuerpo, como Cristo y el Padre, también, es para forjar su carácter en nosotros; la abnegación, la compasión, hace parte de ello; por eso te animo mi hermana, antes de quejarte en tu corazón hacia un «hermano difícil» considera a lo que el Señor nos ha llamado, a la misericordia, a ser humildes, a soportarnos, amarnos, tal y como lo hizo nuestro Salvador, considera, medita y actúa, para que cada dia lo reflejes más.


Andrea Reyes de Vasquez.  


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